Descripción
Escribir un libro sobre la historia del anarquismo en un país debe de ser difícil. Pero coordinar a doscientas personas para hacerlo –y que además esas personas sean protagonistas o testigos de los acontecimientos– es una proeza, que redunda en lujo para los lectores. Si el país elegido es los Estados Unidos de Norteamérica, considerado como el enemigo tradicional de los movimientos progresistas y como la bestia parda que destruye cualquier atisbo de libertad en beneficio de sus intereses económicos, la situación es, como poco, curiosa. En realidad los Estados Unidos de Norteamérica fueron ya a finales del siglo xviii el primer país demócrata de la Edad Moderna y a finales del xix una tierra de promisión para emigrantes europeos; y entre ellos gran parte no sólo buscaban una vida menos miserable, sino que también llevaban consigo el germen de un mundo más justo e igualitario. Por encima de la primera avalancha poblacional de anglosajones protestantes –que conformaron las actuales estructuras básicas de la sociedad norteamericana– y aparte de las otras dos emigraciones –la africana, obligada, y la hispana, lenta y tardía– fue llegando a los EE. UU. una continua aportación de irlandeses, italianos, judíos, eslavos, alemanes, escandinavos, etcétera. Entre ellos también pasó el charco el espíritu libertario, que tanto sufriría por enfrentamiento con los primeros pobladores europeos, anulados los autóctonos por aniquilación y agotamiento.