Descripción
La influencia que el escritor y pintor inglés John Ruskin ejerció en la lengua francesa en la segunda parte del siglo XIX fue interiorizada por Marcel Proust de tal modo que sobre ese cemento elaboró no sólo una teoría estética propia, sino que además formó ese yo que soporta la estructura de la novela-catedral que es En busca del tiempo perdido. La recuperación de impresiones que Proust saca de las teorías de Ruskin se produce ya en Sobre la lectura que adelanta pasajes de En busca del tiempo perdido. El recuerdo de las lecturas de la infancia anuncia las primeras páginas de Por la parte de Swann, no sólo por el ámbito en que se mueve el protagonista -los platos pintados de la casa veraniega de tía Léonie en Illiers, la péndola, los espinos blancos-, sino también por el tono literario, por el fraseo largo e imbricado, por la sintaxis que se esponja y genera nuevas oraciones, por la mirada fijada en detalles en principio nimios, por la forma de abordar los personajes de los libros leídos, que cobran vida: no son fruto de la imaginación, la verdadera vida está en la lectura, de ahí la incomodidad que representan el mundo y las rutinas de la vida cotidiana, las obligaciones familiares, tener que comer con los demás, tener que obedecer órdenes como dejar el libro durante el paseo, irse a la cama y apagar la luz.