Descripción
«Metió toda la chatarra en una caja vacía de galletas Reglero. Luego, muy quedito, Francisco se echó a llorar. Se sintió pobre, como pobre se había sabido siempre. Pero ese día, con las piezas de su tren de plástico escondiéndose bajo los tres muebles de su piso sobrecogedor, su pobreza le cayó antipática. Por oír a alguien, habló él. “Para no haber creído nunca en la suerte, qué mala que la tengo”.