Descripción
Este estudio desmonta la pretendida separación entre el personaje y su obra, y revela que existe una profunda coherencia entre ambos. Durante el período de entreguerras y hasta el final del conflicto, Le Corbusier se presentó como «partidario del orden, de la familia y de la jerarquía; temas que durante la Segunda Guerra Mundial le condujeron, muy rápidamente, hacia la capital de una Francia colaboracionista: Vichy».
El verbo polémico de Marc Perelman nos adentra en la reducida concepción de la vida humana del Padre de la arquitectura moderna: «habitar, trabajar, recrearse». La estandarización unidimensional de la arquitectura, la geometrización de los espacios y, con ellas, de la vida misma dan forma a la utopía totalitaria de la ciudad corbusiana. Un proyecto, en definitiva, destinado en última instancia al control disciplinario de los cuerpos en el espacio y el tiempo.