Descripción
Circulaba hace unos años un chiste que decía que la corrupción era como la paella, que se hacía en todas partes, pero en ningún sitio como en Valencia. Y así era. Escándalos ha habido en todo el país y casos más graves que los de la Comunidad Valenciana, también. Sin embargo lo que aquí ocurría tenía ingredientes irresistibles, unos protagonistas difícilmente explicables y una tímida respuesta social que nunca se acabó de entender. Ningún caso, por escandaloso que fuera, parecía afectar directamente al día a día de los ciudadanos, más bien al contrario. La percepción en la calle, alimentada por los medios, era que la fórmula nos beneficiaba a todos. La Justicia avanzaba muy lenta mientras el PP corría en Ferrari. En tiempos de bonanza económica, su apuesta generaba riqueza, puestos de trabajo, crecimiento, liderazgo e incluso, qué narices, mucha envidia. El dinero no era de nadie y la ganancia era de todos. Que la realidad estuviera podrida tras el telón poco importaba. Es realmente complicado ver lo que te rodea cuando te ciegan las luces de neón. Es imposible discutir con la boca llena de canapés de caviar. «La fiesta en Valencia no se acaba nunca», presumió en una ocasión un alto cargo del partido. Él también acabó procesado.