Descripción
Ser mujer negra, lesbiana, gitana, transgénero o diversa funcional implica que el cuerpo sea sometido mediante políticas de intervención social. Estas técnicas nos agreden, pero también nos silencian. Nuestro dolor, físico o mental, se banaliza, se convierte en quejas sin fundamento, en aquello que llaman cuentitis. Por eso, ya no solo la rebelión, la performatividad o la disidencia ha de ser nuestra única forma de lucha al respecto de la motorización del cuerpo, sino, también, el apropiarnos de nuestros dolores de las vulnerabilidades, de los procesos fisiológicos, biológicos y médicos que nos marcan, que nos dejan huella. Aprender a exteriorizar aquello que nos atenaza: gritar.