Descripción
«¿Conservarían por mucho tiempo los esquimales la gran cantidad de términos de que disponen para referirse a los distintos estados de la nieve, o los que tienen los cabileños para diferenciar cada grado de maduración de los higos, si fueran trasladados de repente, los primeros a la Cabilia y los segundos a Groenlandia?», se pregunta Jaime Semprun, quien al emplear el término orwelliano de «neolengua» alude a su sentido original, una reorganización lingüística radical: «la extensión que doy al término neolengua, que empleo para designar la lengua que nace hoy espontáneamente del suelo convulsionado de la sociedad moderna, corresponde a la que han alcanzado en nuestras vidas las exigencias del “medio industrial” y de sus tecnologías».
Semprun explica que a la transformación radical y universal de la vida por las nuevas tecnologías corresponde necesariamente una lengua universal y enteramente original. A la normalización tecnocientífica y la igualación de la experiencia le sigue una depuración de la lengua que se ve descargada de la tarea de «expresar sentimientos que ya no experimentamos y nociones que ya no concebimos». La neolengua se constituye entonces en la «lengua natural de un mundo cada día más artificial».